La densidad de sonido, las distorsiones extremas y los efectos de samples del segundo trabajo de estudio de My Bloody Valentine lo convierten en un duro muro que atravesar. A mí me costó los suyo, pero una vez rotas las barreras es fácil comprender porque está considerado como uno de los trabajos esenciales que nos dejó la década de los años 90. Fue grabado en 19 estudios diferentes, y costó tanto dinero que casi lleva a su sello discográfico a la ruina. Pero los críticos lo veneraron a partir de las pobres ventas, y lo cierto es que nos ofrece un sonido original, pesado, apabullante y tristón que lo convierten en uno de los pilares del género shoegazing.
9/10
El disco completo:
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