Tercer álbum de la que entonces era llamada la banda de heavy metal más grande del mundo. Siguiendo con los patrones de su anterior obra maestra, Paranoid, la banda de Tony Iommi reforzó los graves de sus riffs bajando tres tonos la afinación y saturando la producción mientras un controlado Ozzy Osbourne se desgañitaba con agudos agónicos. Canciones como Sweet leaf, Children of the grave o Into the void se convirtieron en clásicos para todas las décadas consiguientes... y el sonido en general de este disco sería además un referente para la explosión de grunge de Seattle 15 años después.
9/10
El disco completo:
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