La virtud de Sia roza peligrosamente con su defecto. El electropop que práctica se basa esencialmente en un dramatismo musical apasionado e intenso, muy atrapador... que se balancea contínuamente en la cuerda floja ante la posibilidad de resultar cansino. Pero ahí es donde entra su virtud. La australiana tiene un talento muy concreto para la música, y esquiva los obstáculos del cansancio dejando al final a su público con buen sabor de boca, a pesar de su desmesuradas tendencias melodramáticas. Y este disco es el amalgama de dichas inquietudes.
En él, la cantante explora su bipolaridad y expone abiertamente su lucha contra su adicción a las drogas. Es un trabajo terapeútico y revelador... y es muy tentador dejarse arrastrar por los excesos trágicos de sus temas.
La joven bailarina Maddie Ziegler se convirtió en sus videoclips en algo así como la proyección simbólica de la propia Sia y ayudó a promocionar las canciones de manera arrebatadora con danzas caóticas y amórficas.
El álbum fue el primer número 1 de Sia en los Estados Unidos, y arrasó en buena parte del planeta. Canciones como Chandelier, Eye of the needle o Fire meets gasoline han sonado hasta la saciedad en los medios de comunicación.
8/10
El disco completo:
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